Hay algunas de las líneas de la
historia de mi vida que no pueden ser cambiadas. Me sentía perdida, asustada,
así que hui. Corrí despavorida de todo. Corrí del compromiso, corrí de mi
familia, de mis amigos. Pero solo huía de mi misma.
Viajé por todo el mundo, tenía un
oficio que me lo permitía. Siempre hacía falta alguien como yo en algún rincón
del planeta. Alguien que entendiera sobre todos los asuntos, y a la vez de
ninguno, porque no se podía entender a sí misma. Aprendí muchos idiomas, conocí
mucha gente, avisté muchos lugares, y fue recibida por todos con los brazos
abiertos.
Recuerdo que tenía una lista, una
larga lista de cien cosas por hacer en la vida. Mientras los años pasaban yo
iba tachando uno por uno. Hice más de una amigo en cada continente, aprendí
artes marciales en Asia y fue testigo de maravillosas ceremonias dedicadas para
mí. Perdí la lista hace mucho tiempo, junto con muchas otras cosas que no podía
cargar cada vez que necesitaba huir nuevamente. Pero puedo recordar que me
quedaban pocas cosas por hacer, casi ninguna. Casi nada.
La primera vez que le conté a
alguien sobre mi lista, no le importó mucho, nadie se la tomó realmente en
serio. Así que con el paso de los años la fui haciendo realidad en silencio,
casi sin querer todos mis deseos se volvieron ciertos. Todos mis sueños
salieron de sus pequeñas cajas y me deslumbraron durante años por lo vívidos
que pueden ser, pero no fue suficiente. Corría y corría, no sabía si alguien
intentaba alcanzarme o yo a alguien.
Se perdió mi lista, se perdieron
los países, los amigos, mi familia. Quedé solo yo en medio de la nada, en un
salón blanco. Paredes de porcelana y suelo de mármol. Esa era mi celda. Cuando
tocaba el suelo, este era frío y duro, pero resistía mis pasos. Las paredes
eran otra historia. Eran hermosas, pero frágiles.
Odiaba el suelo con todo mi
corazón, era frío y nunca podía dormir tranquila en él. Pero nunca me acercaba
a las paredes…tenía miedo de romperlas. Esa era mi celda, la única barrera que
me separaba de la libertad eran las frágiles paredes, pero yo no quería dejar
la habitación, porque era la única que también me protegía del exterior. No
quería, y lloraba por pensar así. Y sufría, sufría entre mis hermosas paredes
de porcelana.
<<He perdido la
cabeza>>, me dije a mi misma. La he perdido en mi hermosa celda blanca,
con paredes de porcelana y suelo de frío mármol. ¿Cuánto tiempo más debo
esperar? ¿Cuánto más debo pagar por eso? ¿Cuánto más? ¿Cuánto tiempo más mi
mente me pondrá trampas para sufrir aquí?
Era cierto, me engañaba a mí
misma en esa celda. Podía salir de esa celda cuando quisiera, y lo haría,
saldría. No esperaré más, no pagaré más. Los seres humanos tenemos un tiempo
limitado, y no debemos pagar deudas que nunca nos han correspondido.
Quiero gritarlo muy fuerte,
gritarlo al mundo, gritarle a todos. Quiero regresar y gritarlo. En mi hogar
estaban esas líneas de la historia de mi vida que no podían ser cambiadas,
estaba perdida, pero era mi hogar. Eso nunca podría sentir en otra parte, ahora
lo comprendía.
La llamada del vuelo resonó en la
sala del aeropuerto. Era mi vuelo a
casa, retornaba al fin.