sábado, 9 de agosto de 2014

52 malas historias al hilo. Mi celda.

Hay algunas de las líneas de la historia de mi vida que no pueden ser cambiadas. Me sentía perdida, asustada, así que hui. Corrí despavorida de todo. Corrí del compromiso, corrí de mi familia, de mis amigos. Pero solo huía de mi misma.
Viajé por todo el mundo, tenía un oficio que me lo permitía. Siempre hacía falta alguien como yo en algún rincón del planeta. Alguien que entendiera sobre todos los asuntos, y a la vez de ninguno, porque no se podía entender a sí misma. Aprendí muchos idiomas, conocí mucha gente, avisté muchos lugares, y fue recibida por todos con los brazos abiertos.
Recuerdo que tenía una lista, una larga lista de cien cosas por hacer en la vida. Mientras los años pasaban yo iba tachando uno por uno. Hice más de una amigo en cada continente, aprendí artes marciales en Asia y fue testigo de maravillosas ceremonias dedicadas para mí. Perdí la lista hace mucho tiempo, junto con muchas otras cosas que no podía cargar cada vez que necesitaba huir nuevamente. Pero puedo recordar que me quedaban pocas cosas por hacer, casi ninguna. Casi nada.
La primera vez que le conté a alguien sobre mi lista, no le importó mucho, nadie se la tomó realmente en serio. Así que con el paso de los años la fui haciendo realidad en silencio, casi sin querer todos mis deseos se volvieron ciertos. Todos mis sueños salieron de sus pequeñas cajas y me deslumbraron durante años por lo vívidos que pueden ser, pero no fue suficiente. Corría y corría, no sabía si alguien intentaba alcanzarme o yo a alguien.
Se perdió mi lista, se perdieron los países, los amigos, mi familia. Quedé solo yo en medio de la nada, en un salón blanco. Paredes de porcelana y suelo de mármol. Esa era mi celda. Cuando tocaba el suelo, este era frío y duro, pero resistía mis pasos. Las paredes eran otra historia. Eran hermosas, pero frágiles.
Odiaba el suelo con todo mi corazón, era frío y nunca podía dormir tranquila en él. Pero nunca me acercaba a las paredes…tenía miedo de romperlas. Esa era mi celda, la única barrera que me separaba de la libertad eran las frágiles paredes, pero yo no quería dejar la habitación, porque era la única que también me protegía del exterior. No quería, y lloraba por pensar así. Y sufría, sufría entre mis hermosas paredes de porcelana.
<<He perdido la cabeza>>, me dije a mi misma. La he perdido en mi hermosa celda blanca, con paredes de porcelana y suelo de frío mármol. ¿Cuánto tiempo más debo esperar? ¿Cuánto más debo pagar por eso? ¿Cuánto más? ¿Cuánto tiempo más mi mente me pondrá trampas para sufrir aquí?
Era cierto, me engañaba a mí misma en esa celda. Podía salir de esa celda cuando quisiera, y lo haría, saldría. No esperaré más, no pagaré más. Los seres humanos tenemos un tiempo limitado, y no debemos pagar deudas que nunca nos han correspondido.
Quiero gritarlo muy fuerte, gritarlo al mundo, gritarle a todos. Quiero regresar y gritarlo. En mi hogar estaban esas líneas de la historia de mi vida que no podían ser cambiadas, estaba perdida, pero era mi hogar. Eso nunca podría sentir en otra parte, ahora lo comprendía.

La llamada del vuelo resonó en la sala del aeropuerto.  Era mi vuelo a casa, retornaba al fin.

52 malas historias al hilo. Los ojos del cielo.

Las gotas caían lentamente. Podía observar cómo chocaban contra el vidrio de la ventana.
- ¿Qué es eso?- preguntó la pequeña Ariana- ¿Alguien arroja agua del cielo?
Claro, pensó para sus adentros, la niña nunca había visto lluvia. Nunca había experimentado la frialdad de las gotas enviadas por el cielo. Siempre habían vivido en una zona seca, árida, como todo lo que había en ella, excepto la pequeña claro…
-Es lluvia, cae de las nubes que siempre observamos en el cielo.
Vio suspirar con nostalgia a Ariana. Ella no se lo decía, pero lo podía sentir. Sentí que el temor y la tristeza de la niña, este no era su hogar. Ella era de las tierras áridas de donde la había sacado, ella era uno de ellos, pero no la había podido dejar ahí. Las plantas del desierto también se pueden adaptar a las zonas húmedas.
-¿Y por qué cae?
¿Por qué cae? La ciencia lo habría podido explicar muy bien, pero no quería confundirla con esos temas, no aún, pronto en la escuela alguien se encargaría de hacerla olvidar todo los sueños y mentiras que la gente mayor inventaba para los niños como ella, mientras tanto…
-Porque la princesa de las nubes llora.
-¿Vive una princesa en las nubes?
-Sí, una princesa con toda su corte. Viven desplazándose por los cielos. Las nubes son sus aldeas, su gente, sus animales y su castillo.
-¿Y por qué llora?
Había comenzado con la historia, siempre lo hacía, siempre olvidaba que tarde o temprano la pequeña la obligaría a responder a todas sus dudas. Y a pesar de sentirse cansada de responderlas…esos momentos en que le contaba las historias eran los más hermosos de cada día. Los únicos en los que ella olvidaba el dolor y Ariana olvidaba su tierra.
-Hace muchos años, tantos que ni todos los años de diez vidas como las mías alcanzarían para contarlos, la princesa de las nubes se enamoró de un hermoso caballero de la tierra. Su resplandeciente armadura era la única cosa sobre la tierra capaz de reflejar a su padre el Sol en todo su esplendor. La princesa lo vio por primera vez cuando su nube-castillo fue a parar encima de donde el caballero entrenaba. En esa época el caballero era aún un escudero, pero eso no importaba mucho para la princesa, porque sus años no transcurren a la misma velocidad que los nuestros. Una eternidad nuestra, pueden ser un pestañeo para ella. Y así la princesa, contemplando a su escudero, luego caballero, se enamoró, se enamoró profundamente.
Un día la princesa se armó de valor y se escapó a hurtadillas de su nube-castillo. Tocó la tierra de los mortales como ningún otro ser de las nubes lo había hecho antes. Tocó la tierra y se acercó al caballero mientras este observaba el atardecer en una alta colina cercana a su castillo. El caballero había combatido toda la mañana, defendiendo el honor de su rey, y sus tierras. En cuanto vio a la princesa creyó que había muerto en la batalla. Su hermosura era incomparable, no había una princesa en la tierra que la igualara.
- Las estrellas brillan por ti, y por cada paso que das. No sé tu nombre, pero con tan solo ver tu rostro una vez podría morir tranquilo.
Y ante ese atardecer le declaró su amor eterno, pero su padre Sol muy pronto partiría, y ella con él. Así que la princesa tuvo que dejar a su príncipe, pero le prometió regresar, le prometió volver a verlo en aquel lugar el siguiente atardecer. Y el príncipe la dejó partir con esa promesa enunciada por sus labios.
Pero como había dicho…el tiempo de la princesa es diferente al nuestro. Por lo que para la princesa un atardecer podía equivaler igual que miles, así que la siguiente vez que la princesa regresó a la tierra el caballero no la esperaba. Y regresó y volvió a regresar, pero nunca más vio al caballero. La cuarta vez que regresó caminó colina abajo rumbo al castillo del caballero, pero no había más un castillo, solo ruinas, piedras solitarias una sobre la otra. Y en medio de todo, una pequeña niña.
-¿Por qué lloran los ojos azules?- preguntó la princesa cuando la niña alzó la vista para verla.
-Oh, princesa de las nubes, porque lo he perdido todo. He perdido a mis padres, y a mi pueblo. He perdido mi tierra, y casi pierdo la vida.
-¿Vivías en este castillo?
La princesa observó las ruinas que la rodeaban y se secó las lágrimas antes de responder.
-No, mi princesa de las nubes. Este no era mi castillo, estas siempre han sido solo un montón de rocas, y lo fueron para mis padres, y para mis abuelos, y así para toda mi familia desde que caben los recuerdos. Yo vivía cerca de aquí, pero ya no me queda nada…
Y la niña siguió llorando. La princesa de las nubes la consoló, le contó de su caballero, le contó de su nube-castillo, le contó de su padre el Sol, y de sus hermanos los otros astros del cielo.  Las lágrimas se secaron. Y así la princesa de las nubes dejó encantada a la niña de los ojos azules con su hermoso mundo, hizo que sintiera que no todo estaba perdido. La ayudó a olvidar el dolor cuando ella misma sentía uno mucho mayor. Porque en cuanto la niña le había explicado lo del castillo, entendió todo por fin. El tiempo la había engañado, y ella se había quedado sin su caballero.
Así, finalmente, la princesa y la niña subieron hacia la nube-castillo, y ambas siguieron el recorrido del Sol. Pero cada vez que las nubes llegaban nuevamente a la tierra de la niña de los ojos azules y la de su caballero, la niña bajaba y corría por los campos, recordando su tierra y todo lo que había amado alguna vez. Mientras tanto, la princesa de las nubes quedaba en su nube-castillo, y lloraba, lloraba por el dolor que sentía de haber perdido a su caballero, el dolor de tener que estar lejos de él porque el tiempo la había engañado.
-Y por eso cae la lluvia, caen las lágrimas de la princesa, cada vez que las nubes se acercan a la tierra del caballero que amó y de la niña de los ojos azules que a su vida la alegría devolvió.

Ariana dio un pequeño suspiro, se había quedado dormida escuchando la historia. Tal vez había podido escuchar el final, tal vez no, no lo sabía exactamente. Tapó a la niña con una cálida manta y se sentó al lado de la ventana. Pudo observar el final de la lluvia, y luego cómo el cielo se despejaba. Un pequeño rayo del Sol asomó entre las nubes. La princesa había dejado de llorar, la pequeña niña de los ojos azules seguiría alegrando sus días.