Cuando un extranjero viene a conocer nuestro país la primera
recomendación que se le hace es… ¡Prueba la comida, es deliciosa!, seguido de
“Tienes que conocer Machu Picchu”. En cambio, los peruanos tenemos nuestra
peculiar manera de interpretar estas ideas, porque de por sí amamos nuestra
comida, y Machu Picchu… bueno, es destino “obligado” para la mayoría de
promociones en quinto de secundaria. Y eso es lo que nos pasó a mí, y mis otras
26 amigas de la promoción.
No voy a esconder el hecho de que durante años venía esperando el
momento de conocer Cusco (Primero debes conocer tu propio país antes de pensar
en el extranjero, me dicen mis papás, y es lo que yo creo), pero nadie mencionó
de que tendría que pasar la noche en un aeropuerto o enfrentarme a una tormenta
de granizo. Ambas experiencias grandiosas, pero… inesperadas.
Llegamos a Cusco una mañana helada (como norteña no estoy
acostumbrada a tanto frío), y con la prioridad de dormir cuanto antes. Pero, la habitación que tenía que compartir con
Francia y Gianella… ¡No estaba lista!, así que Andrea C., Diana y Kimmy nos
acogieron en la suya. Después de superar los detalles de la instalación, nos
dispusimos a disfrutar del viaje y a buscar a Juanes… si, estaba en Cusco al
mismo tiempo que nosotras, pero esa es otra historia.
Los tours fueron espectaculares, cada iglesia y construcción
visitada era una aventura diferente. ¿La parte más difícil de la visita? Subir
Ollantaytambo y bajar hacia la ciudadela de Machu Picchu ¿La más divertida y
peligrosa? Las resbaladeras en Saccsayhuaman, ¿La mejor comida? Toda, ¿Lo más
impresionante? Las iglesias y su decoración de estilo barroco, ¿Lo más
divertido? La lluvia de granizo en Machu Picchu, ¿Lo más triste? Tener que
dejar Cusco.
En fin, fue un viaje inolvidable para la promoción, o debería decir
el grupo Hanan Pacha, donde conocimos una de las ciudades más bellas del Perú y
nos acercamos mucho más a lo que significa amar nuestra propia cultura.